La rutina no acaba con el amor. Una pareja es rutina. Una pareja es cotidianidad. Levantarse, buenos días, una llamada de teléfono a la hora de la comida, ¿Qué tal te ha ido? al llegar a casa, salir a cenar los viernes, la siesta de los sábados y compartir unas palomitas las tardes de domingo y lluvia, ya sea en el sofá o en el cine. Después de la ruptura, surgen las sorpresas, las citas no programadas que se reducen a encuentros casuales por la calle en los que no sabes si hacerte el despistado o cruzar de acera, y los mensajes de texto inesperados.
Clara acaba de recibir uno en su teléfono móvil. Es una fotografía de un camión de mudanzas con las puertas traseras abiertas. En su interior, sobre muebles y trastos viejos, reconoce rápidamente una caja de cartón marrón con un mensaje escrito a mano “mil besos, mil sonrisas”, que ella regaló a su ex la noche de Reyes del año pasado. A Clara le encantaba hacerle regalos en las fiestas comerciales aunque no pudiese pagarlos, ni esperar a la mañana del día 6 de enero para dárselos. La curiosidad y la impaciencia también podían con ella al recibir los suyos. Rompía el envoltorio con la misma fuerza con la que solía desnudarle. Ella nunca será la señora que escrupulosamente quita el celo y guarda el papel intacto junto con la bolsa y los lazos. Esta señora es su abuela y el concepto de lo que “está viejo” o “está para tirar” es lo que las diferencia.
La conversación sigue, parafraseando a Sabina, “como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”.
– Vas siempre conmigo en la maleta.
– Por favor, no me recuerdes estas cosas. (escribiendo) Se me saltan las lágrimas.(escribiendo) Todavía no me he perdonado lo que te he querido. (escribiendo) Odio… (escribiendo)
1. Ira: Odia que él le escriba. Odia esa caja. Odia que la nostalgia la sorprenda en un probador de Zara cuando pensaba pasar un día tranquilo de compras. Odia tener que tragarse las lágrimas que asoman por sus ojos porque de pequeña le enseñaron que sólo lloran los bebés. Odia no poder fingir que todo está bien y que pueden ser amigos.
2. Tristeza: Siente pena por lo que fueron y por lo que hicieron, juntos o por separado, pero siempre el uno por y para el otro. También se entristece por lo que pensaron que serían y harían. Pero, sobre todo, le duele el momento en que se olvidaron del presente, de la “realidad”.
“Realidad” siempre deberá ir entre comillas. Richard Buckminster Fuller
3. Temor: Tiene miedo de no poder olvidarle. Teme abrir el álbum de fotos y encontrarse de frente con él, aunque siga buscando entre la gente su chaqueta azul marino cuando sale. Teme sufrir.
4. Lamento: Siente no haber sabido conocerle. Lo intentó y eso la consuela.
5. Amor: Le quiere como nunca ha querido a nadie pero es un amor de invierno, doloroso y sin esperanza.
Sale del probador con los ojos vidriosos y, sin probarse nada, le dice a la dependienta: “Me lo llevo todo“. De camino a casa, para en un bar. El alcohol no va a solucionar sus problemas pero pide una copa. Sabe que no es una persona fuerte pero el “agua de vida” le infunde ánimo y decide no mandar el mensaje. Bloquea el contacto. Adiós. C’est fini. Caput. Nunca más serán amantes, sino extraños que tienen que acostumbrarse a darse en la mejilla los besos que antes se daban en la boca.
Las despedidas duelen pero el primer deber de Clara es con ella misma.
Moraleja. Los ex, como los adornos de Navidad, deben quitarse lo antes posible porque no pintan nada pasadas las fechas señaladas. Los ves en el salón y se te revuelven los sentimientos. Algunos, incluso, caen en el inocente “vamos a volver a intentarlo”. Segundas partes nunca fueron buenas pero cuidado con lanzarse a las rebajas de discoteca y saldos de 5 de la mañana. Como dicen, más vale quedarse para vestir santos que para desvestir borrachos.
Totalmente de acuerdo contigo, mejor cortar por lo sano y a otra cosa.
Lo contrario es sufrimiento y autoengaño.
Empezaré por lo importante: la foto. En la portada del blog aparece una sugerente mujer cámara en mano. Abro el post, y nada! Quería verla ampliada. Estás jugando con nosotros, Marta… 😦
Segundo. Creo que lamentarse por lo que se amó, lo que se dijo o hizo (o no), etc etc es, además de una pérdida de tiempo, un peligro. Díselo a tu amiga. Dile que acabas cayendo en el victimismo chabacano, y entonces estás ya inmersa en un círculo vicioso de autodestrucción: comer más, descuidarte, atacar como una loba a todo lo que se mueva, excesos alcohólicos… Lo mejor es pasar página: meter todos los recuerdos en una caja y quemarla. Borrar su número de teléfono, los de sus amigas, padres y hermanos. Y bloquearlos a todos. Lo mismo en Facebook, Twitter, Hi5, Tuenti, Meetic y demás. Hay que ser extremos: es supervivencia. Y a seguir viviendo!
Este post era necesario. Sobre todo la moraleja. Sublime.
Cojones, vaya ladrillo. Prometo ser más escueto la próxima vez.
Tu comentario era necesario. Gracias, Carlos.
Me ha encantado el final!
Buen texto 🙂
Muchas gracias.
Me ha enviado una amiga el enlace, y me quedo por aquí.
No podría haberlo expresado mejor. A veces, aunque duela, el mejor regalo es una ruptura en seco, que no deje manchas.
Encantada de leerte 🙂
Las rupturas son siempre malas pero tenemos la obligación de no hacerlas aún peores manteniendo recuerdos innecesarios o contestando a esas llamadas de tu ex borracho a las 6 de la mañana.
Gracias a las dos por leerme!
no hay necesidad de alargar el sufrimiento, las mentiras y el punto y final. Aceptar y volver a empezar.
Aceptar, ¡¡¡¡¡aprender!!!!! y volver a empezar.
Si todo fuese tan fácil como en la teoría, el amor no sería amor. Estado: En plena ruptura.
Ni la vida sería vida. ¡Cuídate mucho!